jueves, 29 de mayo de 2008

Señor Groening tenemos un fallo en Matrix

El mundo del audiovisual se llena, puede que por falta de ideas puede que porque al no ser capaces de hacerlo mejor prefiramos rodar algo de éxito probado, de copias de lo que ya se ha hecho antes. Podemos llamarlas homenajes o plagios, pueden estar tratados con total respeto hacia el autor original o como meros fusilamientos sin vergüenza, pero nos rodean y nos hacen saltar del sillón cuando nos damos cuenta de que están en nuestras pantallas, y por su culpa nos perdemos media peli pensando que ya hemos vivido esa secuencia antes. Desde las copias plano a plano que desde la meca del cine están haciendo de las películas de terror orientales (que se homenajean a su vez, entre ellas) o incluso españolas (véase el caso de Rec) quién lo habría pronosticado… hasta los autoplagios de algunos directores que copian reiteradamente sus propios grandes éxitos ya sea porque el dinero está asegurado o porque son de un fiel a su estilo que aburre. El caso es que están ahí, en casi todos los campos creativos de la cultura pero, quizá en el nuestro, por eso de que se oye y se ve, parecen más obvios o más difíciles de ocultar.

Así que desde hoy me propongo destapar copias, plagios, homenajes… de esos que te encuentras cuando menos te lo esperas y de los que, antes de buscar en internet, crees que eres el único ser humano sobre la faz de la tierra en darse cuenta, ¿el director? Ese lo hizo inconscientemente.

No es plan de petar el blog con artículos de cine (porque casos de estos los hay a patadas) así que no me voy a poner a buscar ejemplos en la red ni a destapar recuerdos de visionados de otros tiempos. Solo los comentaré cuando realmente me los encuentre.

La razón de esta extraña sección que no viene mucho a cuento es que Telemadrid, en un nuevo intento de modernización, emitió el otro día Encuentros en la tercera fase (Close encounters of the third kind, S. Spielberg 1977) y los extraterrestres me abdujeron a través del lcd para ordenarme que escribiera un blog sobre cine y me dejara de gilipolleces. No, en serio. En un retorno a la infancia me vi comprobando que una secuencia de esta película de la que yo no recordaba ni actores, está homenajeada plano a plano en cierto episodio de Los Simpson (2F12 temporada 6, creo, Homie the clown). Cierto es que no tiene mucho mérito porque las alusiones cinematográficas en la serie de animación son múltiples en la mayor parte de los episodios y de hecho hay algunos en los que se dedican a recrear totalmente una única película. Pero realmente, en algún momento y de forma megalomaniaca, creí tener el conocimiento absoluto de todas las referencias (excepto las que se refieren estrictamente a la cultura americana) que aparecen en la serie. Y encontrar una más me hizo ilusión. He aquí la prueba.

Roy Neary (Richard Dreyfuss) obsesionado con el encuentro que ha tenido con los ovnis se empeña en hacer reproducciones a escala de una montaña misteriosa (por si algún antisocial eremita no la ha visto no diré más) incluso con el puré de patata de la cena. Lo mismo le ocurre a Homer Simpson obsesionado con trabajar en el circo y que se afana en modelar una carpa con el mismo mejunje. En ambas escenas son clavados los planos, y la colocación de los personajes y la mesa, incluso el puré tiene la misma pinta de engrudo asqueroso. Están locos estos americanos…

Por cierto, y por si algún profano como yo no lo sabía o era demasiado joven para saberlo, el científico francés de la película está interpretado por Truffaut.

Si habéis encontrado algún déjà vu audiovisual y creéis que no debe vivir el desprecio de no aparecer en el aula del desgraciado mandadlo como comentario. No sé por qué me empeño si luego no escribe ni dios...

Por cierto, a lo que alguna gente me ha echado en cara (que no escribís comentarios porque el blog tiene censura y pasan por mi mail antes de publicarse) he de defenderme diciendo que es por vuestro bien; durante cierto tiempo quité esa opción y el blog se llenó de comentarios de dudosa salud viral con extraños enlaces; y tenía que estar entrando cada media hora para borrarlos y que mis lectores no se infectaran de nada raro. En este blog no hay censura, cualquier comentario será bienvenido y aceptado.

martes, 20 de mayo de 2008

¿Cero negativo?

El otro día estuve en la inauguración de una exposición. No voy a hablar de ella, aunque me parece una falta de respeto hacia su autor; así que os haré un resumen: era una exposición de fotografía, blablablá, autoridades catalanas blablablá, blanco y negro blablablá. No es que fuera mala, ni mucho menos, es que el acto en sí me hizo confirmar una suposición que tenía rondándome la cabeza desde hace tiempo, a causa de mis trabajos esporádicos para la BBC (no tengo que aclarar que no me refiero a la cadena de tv, ¿verdad?): cualquier sitio donde se ofrece comida gratis se convierte en una pequeña metáfora de la vida misma.

No voy a negar que si algo me atrajo hacia el centro de Madrid un día de diario después del trabajo fue el saber que había canapés. Pero como acaba ocurriendo siempre que crees que estás lanzándote a algo en plan trepa y sin vergüenza de tus actos, comprobé que había gente peor (o que lo sabía hacer mejor, según se mire). En este caso mucha gente. Es entonces cuando desistes de tu primer objetivo y te retiras para observar con vergüenza ajena la actitud de los demás, cual sociólogo aficionado.

Me explico. Cuando el discursito acabó la mitad del auditorio se fue replegando hacia una puertecita lateral (se ve que no era la primera vez que atacaban en esa sala) por la que minutos después empezaron a salir los canapés y las bebidas; y fue entonces cuando empezó la batalla. Los camareros intentaban hacer lo que se les había enseñado (ir acercándose a los grupitos de invitados ofreciendo las viandas) pero a los dos pasos un ejército de señoras de avanzada edad, con sus mejores galas y pintadas hasta parecer payasos se abalanzaron sobre ellos arrasando con las bandejas y sin dejarles dar un paso más. Tras las tres primeras remesas los camareros pensaron que la emboscada terminaría por estar las señoras comiendo su anterior botín, pero ellas engullían con rapidez para prepararse ante un siguiente ataque. Se les juntaron otras de menor edad, y mayor dignidad. La viejitas no tienen edad para tener vergüenza, saben perfectamente a lo que van, lo hacen y ríen en corrillos como cuando tienes quince años y un grupo de chicos pasa frente a ti y tus amigas. Las jóvenes son conscientes de que les avergüenza lo que están haciendo, te miran con cara de víboras mientras tú te asombras no muy seguro de si pasan hambre en casa o es la simple costumbre de conseguir todo lo que se proponen lo que les hace actuar así.

La segunda remesa fue la derrota de los camareros. Una chica del personal de la organización tuvo que hacer de guardaespaldas a uno de ellos para que pudiera llegar a la parte trasera de la sala con algún canapé en la bandeja, para ello tuvo que cubrirle cual jugador de la NBA y mirar con desprecio a cada señora que se acercaba, turbada, extasiada, movida por una necesidad irreprimible de arrasar con todo. En cierto momento, los camareros empezaron a aprovechar la distracción del enemigo para pasar entre sus filas lo más veloces posible. Pero cuando las arpías se dieron cuenta de que se quedaban sin el ansiado botín les agarraron para pararles y empezaron a tirarles insistentemente de las chaquetas (los camareros se atrevieron entonces a llamarles la atención y pedir respeto). La última estrategia de la organización fue hacer pasar las bandejas por detrás de una pared falsa que dividía la estancia para esquivar al enemigo. Sin éxito porque este ya les estaba esperando a la salida.

Lo que más me llamó la atención y que, en cierto modo, tiene su gracia es la estrategia absurda que se montaron las asistentes para justificar su hambre y sed atroces. Cada una esgrimía una frase que le soltaba al camarero en el momento del asalto. Así estaba la de: “¿este vino es espumoso?”; la de: “¿Este lleva queso?” o la de: “Esto es sin alcohol ¿verdad?” que se cubrió de gloria en el momento en que el camarero (esperando disuadirla y mintiendo de manera obvia) le dijo que la Fanta naranja llevaba ginebra a lo que ella respondió poniéndose roja, bajando la cabeza, y llevándose la copa de la bandeja para bebérsela de dos tragos como había hecho con todas las demás.Para que os hagáis a la idea, la situación más visual que se me ocurre, son los infectados de 28 días después atacando, cegados por la sed de sangre, a los humanos sanos y preguntándoles antes de morder:“¿cero negativo?”.

Conclusión: la vida es como un lounge. Siempre te encuentras a un famoso, a alguien de la facultad y a un trepa sin escrúpulos ni vergüenza que te quita el pan. Y siempre acabas preguntándote si es mejor mantener la dignidad intacta o pisar a los que se te pongan por delante para conseguir tus objetivos.

domingo, 11 de mayo de 2008

www.colorsandia.es

Color sandía no es rosa ni es rojo ni nada remotamente parecido; lo que evoca es completamente diferentes aunque sus componentes sean los mismos. Color Sandía es ese que te resulta prácticamente imposible de encontrar en la ropa, en la calle, en los carteles, en las líneas de metro… pero que está en las flores, en las frutas, en los atardeceres de verano, entre medias de los degradados, es ese color que ves en el arcoiris y no es ninguno de los siete. Color Sandía es ese que te dicen que no existe pero que sabes que está ahí, latente, oculto de los ojos de muchos, no apreciado por muchos de los que lo ven. Color Sandía es esa rareza que te identifica, es esa característica que te pertenece y te diferencia de los demás, es lo único que consideras invariablemente tuyo. Color Sandía es lo que une tus dualidades, es lo que ves cuando cierras los ojos y pones la mente en blanco. Nace color sand&a.