Año tras año la publicidad se supera a sí misma con su capacidad de impacto. Pero hay cierto tipo de anuncios que siempre han dejado huella. Una huella de depresión y agobio que no nos quita ni la paella gigante de Fairy ni la Baba de caracol. Son los temidos anuncios de la vuelta al cole, encabezados por un cruel comandante que se esconde tras un halo de inocencia infantil pero que en el fondo está corroído por la decadencia y ranciedad de su jefe: El Corte Inglés. Sí, me refiero al temido anuncio de "los corticoles".
Es curioso como, después de muchos años de haber terminado de estudiar, la publicidad de la vuelta al cole sigue creándonos ese nudo en el estómago y ese sudor frío que amenaza tormenta y oscuros madrugones. Muchos dicen que es porque la vuelta al cole supone también tener que andar llevando a los niños a clase y dejándose el sueldo en libros de texto. Pero a los que no tenemos hijos nos afecta igual. Otros alegarán que es porque en Septiembre se nos acaban las vacaciones y la vuelta al cole coincide con la vuelta al trabajo y a la rutina diaria. Pero, que coño, este año nos hemos pasado el verano en la oficina a causa de la crisis (eso los que no se hayan quedado en paro y no tengan el placer de volver de vacaciones) y aún así nos entran nauséas de solo oir la palabra. "Corticoles"..."corticoles"... Suena como una maldición en un lejano idioma desconocido...
Sin duda nuestra aversión a la publicidad estacional de últimos de Agosto obedece a un severo trauma infantil. Hay terrores que nunca se olvidan. Yo a menudo sigo teniendo horribles pesadillas en las me faltan 4 créditos para acabar la carrera y no tengo manera de encontrar las fechas de examen en los infinitos tablones de la facultad. Aquello que nos ocurre en los primeros años de nuestra vida nos marca para siempre, y más si es una pesadilla que se vive año tras año. Y lo peor es que no es suficiente con sustituirla por la de la declaración de la rente en Junio.
Aunque sus primos, los anuncios de las colecciones por fascículos, les van a la zaga, nada en estas épocas sienta tan mal como la vuelta al cole. Y es que aprender a bailar o construir el Titanic tiene unas connotaciones mucho más positivas que la compra de "babis" y tijeras sin punta, aunque sepas que a partir del tercer fascículo te van a sajar 15 euros y vas a tener que dejarlo.
Siempre cabe mencionar a dos marcas de papelería que han intentado superar la maldición del sector y hacer unos anuncios que te hagan ver el lado bueno de tener que usarlas:
Maped se empeña en enseñarnos lo cool que son sus artículos. Pero ¿quién utiliza ese tipo de artilugios de alegres colores para estudiar o trabajar? ¿el profesional liberal con estudio propio que trabaja desde casa y gana una pasta gracias a un trabajo creativo que le encanta? No. Tu trabajo no tiene mucho que ver con el suyo. Mierda de vida... Tú nunca te mereceras tener la goma de borrar redonda con tapa de Maped. ¡Confórmate con la Milan de toda la vida o intenta sacarle partido a la del portaminas, si eres capaz! Él es genial, es Maped. Tú eres un pringao.
Cuadernos Oxford lo intenta mostrándonos que a partir de cierta edad el ir a clase puede convertirse en una aventura o en el principio de nuestra vida (no por estudiar precisamente). Hacen un anuncio con historia, muy currado... Pero, para que engañarnos, a partir del tercer visionado esa música se te torna más triste que la marcha fúnebre. Empiezas a pensar que tenías que haber elegido al que se sentaba a tu derecha y no al tío al que perseguía la sombra de tinta por el metro... Esa sombra nunca fue un buen presagio... Ese maldito cuaderno te ha destrozado la vida.
En resumen. Los anuncios de la vuelta al cole son malos. No solo para los niños. Y durante quince días no nos queda otra que apagar la tele y bajar la cabeza en las estaciones de metro. De los centros comerciales ni hablamos. Prohibido terminantemente pisar cualquier gran superficie en la que se vendan libros y artículos de papelería. Si es cierto que te pueden atracar con un lápiz nunca te sacarán tanta pasta ni te harán tanto daño como si lo hacen con una foto de un lápiz. Mmmmm, ¿es muy tarde para advertir que no miréis arriba?
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