viernes, 25 de enero de 2008

Misión salvar 90 minutos de vuestras desgraciadas vidas

No pensaba escribir sobre cine esta semana. Y el hecho de que me sienta en la obligación no sobreviene de una necesidad intrínseca de imitar al Payo, que por fin, y tras muchos meses de espera, nos deleita desde hace unos días con su nueva sección de crítica cinematográfica. Comento lo que viene a continuación para advertiros y aconsejaros; para evitar que sintáis las horas más preciosas de vuestra vida perdidas para siempre. Amigos… enemigos… ni por lo más remoto se os pase por la cabeza ir a ver Mortadelo y Filemón. Misión: Salvar la tierra.

Sé que el hecho de que yo sí la haya visto no me da muchos puntos a favor. Pero tengo una excusa que antes de ir me parecía buena y ahora me parece desdeñable. Tenía entradas gratis para la Premiere en Kinépolis. Y por mucho que dudes de la película siempre piensas que el cine es cine y que con lo caro que está hay que aprovechar ciertas ocasiones. Por otro lado estaban por allí los chicos del rodaje: en los que no quise fijarme al entrar a la sala. En cierta ocasión estuve tomando una Coca Cola cerca de Santiago Segura en el estreno de El lobo, y me pasé media hora preguntándome si debía ir a entablar conversación con un tío al que no admiro precisamente pero que se supone que es famoso y que te tiene que hacer ilusión verle; fue un rato horrible porque siempre se te pasan por la cabeza gilipolleces del tipo: “y si le caigo bien y me presenta a Alex de la Iglesia y a su vez Alex de la Iglesia me presenta a Guillermo del Toro, y Guillermo del Toro consigue que acabe trabajando en el CINE sin tener que haber pasado antes por el cine…”. Esta vez no quería pasar esos minutos de angustia y entré ignorando al elenco del famoseo. Tras la hora y media de angustia que pasé dentro de la sala, tienen suerte de que no me los encontrara al salir.

¿Sabéis cuando te encuentras que en tu barrio un tío con pinta de mafioso ha cogido un local de puta madre, lo ha decorado pagando una pasta gansa a un diseñador de interiores super cool y ha contratado a un par de camareras de Play Boy; pero el local nunca se abre, o nunca se llena, y si entras a pedir algo te miran con cara rara mientras te das cuenta de que el resto de los comensales tienen la misma pinta mafiosa que el jefe y sin duda le conocen desde el colegio? Pues algo así pasa con Mortadelo y Filemón 2. Siempre pienso que ese bar no es lo que intenta aparentar, sino una mafia de trata de blancas y negras o de trafico de armas a Camboya o en el mejor de los casos una tapadera para blanquear mucho mucho dinero. La de Miguel Bardem tampoco puedo considerarla película aunque lo intente aparentar.

El caso es que se han gastado una pasta en hacerla. No hay un solo plano sin efectos en 3D, hay más actores de series “de éxito” que en la portada del Supertele, y hay una copia idéntica del Scooby Doo virtual de la última secuela que se pasea sin ton ni son por cada escena desde la mitad de la película hasta el final. Pero, que extraño, no hay guión. ¿Y para qué gastar tantísimo dinero en una película que ocupa el puesto honorífico en mi ranking de “razones para renegar del cine español”? (no sabéis hasta que punto me haría feliz tener un post de Miguel Bardem explicando la jugada: “estos círculos rojos son las 200 posiciones de la cámara en la escena, y estos 200 círculos blancos las de los actores…”).

Intenté dormirme, lo juro. Al empezar la película pensé que el proyector tenía la lente mal ajustada, pero nadie vino a arreglarla. Casi todos los planos eran generales y con una lectura tremendamente difícil por la cantidad de objetos, sujetos, y fondos llenos de cosas que había en pantalla. Y todos se veían rozados de foco. Después de un rato empecé a darme cuenta de que en cada plano había un término enfocado pero casualmente no era el mismo hacia el que tendían a irse mis ojos. Cuando tienes un contraplano de una actriz con escorzo de Pepe Villuela, no miras a Pepe Villuela que está dado la vuelta (adivinad cual de ambos estaba enfocado). A los quince minutos de film me picaban y me lloraban los ojos. A la media hora me dolía la cabeza. Intenté dormirme pero las butacas del Kinépolis no están pensadas para eso.

¿No os parece que la interpretación de Alex O´Dogherty se parece extrañamente a la del gato con botas de Shrek?

Pero lo que más me desconcierta es el perro de 3D. Sin duda les cuesta mucho muchísimo rodar con niños y con animales. Porque cuando el papel del perro es ir de aquí para allá pegando a los que llevan sombrero, frotarse con las piernas de los actores y lamerles la cara, me sale por mucho menos presupuesto contratar al perro de los anuncios de la Primitiva. La única forma de ver al perrito sin ir al cine es al final de uno de los trailers. No hay imágenes de él ni en la web de la película, ni siquiera una foto fija. En el lugar en que tendría que aparecer entre los personajes meten el dibujo de una huella canina, y eso que incluso hay transcrita una entrevista al perrito (http://www.myfmisionsalvarlatierra.com/Home/Home.aspx desconectad los altavoces si no queréis acabar en un psiquiátrico). Ya que lo han usado para la peli, ¿por qué no animan unos planitos para la web? Que raro… que extraño…

Aquí os dejo una muestra bastante desagradable del otro perrito virtual cinematográfico para que podáis comparar.

En definitiva es la peor película que he visto en mi vida. Las secuencias son totalmente inconexas entre sí, y tienen que meter una secuencia de informativo televisivo al principio a modo de prólogo porque si no ni siquiera te enteras de lo que pasa durante el resto. Personalmente creo que la añadieron después del montaje para que no se notara que habían rodado en dudosas condiciones de salud mental. Aún así me alegro que hubiera gente riéndose en el cine porque eso me permite pensar que yo tengo un problema con el cine español y que la cosa va viento en popa.

Por cierto; el otro día vi La silla de Fernando. “Tranquilos, Ana Belén y Victor Manuel, que yo no bajo de Internet cine español, que Internet es muy caro. Ramoncín, no me señales con el dedo que esto fue una excepción”. Una de las anécdotas que contaba Fernando Fernán Gómez era cómo en una ocasión un taxista iraní le había preguntado por qué teniendo una cultura tan rica teníamos un cine tan malo. Fernando, que en paz descanse, respondía con cara de estar ocultando algo, que era cierto que nuestro cine era malo pero que desconocía la razón. Me imagino el contracampo con David Trueba, Ariadna Gil, Natalia Verbeke, Elena Anaya, Lucía Jiménez… (sí, ellos eran el “equipo técnico”) tragando saliva con cara de susto. "Glups".

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