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Y esperemos que las últimas noticias de que su agente ha desmentido que haya muerto ahorcado sean falsas. O al menos que nunca nos las confirmen.
Carradine ya murió una vez pero de forma lenta y solapada. Se extinguió poco a poco de nuestras pantallas cómo el polvo de sus botas tras dejar Kung Fu. Poco a poco el mundo se fue olvidando de él. Daba igual que siguiera actuando o no. Su expresión extraña y su taimado magnetismo no fueron suficientes. Pero una muerte cinematográfica no es definitiva y una muerte natural sí lo es. Por mucho mito pulp y mucho homenaje que se eche sobre su tumba corremos el riesgo de olvidar de nuevo. Un ahorcamiento es una muerte tan cinematográfica que seguiremos atentos por si todo ha sido por exigencias del guión y mantendremos la esperanza de que un doctor Tarantino le resucite de nuevo.
Este es el homenaje que le rinden en blogdecine.com: una escena perfecta tanto estéticamente como desde el punto de vista de la interpretación. Aunque los más freaks preferirán recordarle por el monólogo sobre Superman en la misma película, una interpretación superheróica del mundo que le tocó vivir. Que no sean los últimos.
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