Hace cinco días que conocí la noticia de la muerte de Michael Jackson y hace cinco días que no me encuentro muy bien. Hace cinco días que solo le escucho cantar, en youtube, en Spotify, en mi cabeza... Cinco días en los que he rebuscado entre sus videoclips sin saber muy bien qué quería encontrar. Muchos eran videoclips que nunca había visto porque, seamos sinceros, yo nunca fui fan de Jackson. Nunca me planteé si me gustaba o no. Nunca tuve una canción favorita. Él estaba ahí como una pieza fija de mi mundo infantil desde que tengo uso de razón: como Marte o el Océano Pacífico, que sabes que están ahí aunque no los hayas visto y cuyas noticias tomas como algo natural porque no crees que el entenderlo esté en tu mano. (Un día me dijeron que Marte era rojo y que ocupaba la cuarta posición en el sistema solar, tenía 7 años y me pareció raro pero bien; un día vi el videoclip de Bad y me pareció que Michael, del que siempre me habían dicho que era un hombre negro, se me hacía más bien femenino y blanco, tenía 7 años y me pareció raro pero no me pareció mal). Era la representación de la música y de la fama, igual que el sol era la del día, el olor de los filetes empanados era la de la cena o Kevin Arnold era la de la niñez. Nunca me molesté en buscarle el porqué. Y es que, insisto, nunca fui fan de Michael Jackson.
De lo que siempre he sido fan es de Los Simpson. Cuando los estrenaron en España mi padre grababa todos los capítulos en una cinta de VHS, supongo que lo hacía con la intención de no perderlos si dejaban de emitirse. Yo nunca vi razón para hacerlo. Estaban ahí y pensé que siempre iban a estar, como representación de una crítica interna a la cultura americana. Pero según pasaron los años me di cuenta de que no necesitaba VHS´s, tenía todos los episodios grabados en la cabeza. Recordaba algunos diálogos completos, y prácticamente todas las canciones, los dibujos decoraban mis paredes, no me importaba ver los capítulos repetidos una y otra vez y, como no, algunos me parecían míticos.
Especialmente siempre me ha dejado una sonrisa en la boca el episodio 7F24 "Stark raving dad" (un juego de palabras sacado de la expresión "stark raving mad" que quiere decir algo así como "loco de remate"). El argumento lleva a Homer por pura casualidad, como de costumbre, a ser encerrado en un hospital psiquiátrico al ser tomado por loco. Allí conoce a un tipo gordo y calvo que dice ser Michael Jackson, y que canta, baila y, sobre todo, habla igual que él. Homer le invita a pasar unos días en el 742 de Evergreen Terrace, donde el resto de la familia se lleva un tremendo disgusto al comprobar que aquel maniático que sale y entra del manicomio a sus anchas no se parece físicamente en lo más mínimo al rey del pop. Esta decepción es especialmente patente en Bart, hasta que el falso Michael se gana su amistad ayudándole a componer una canción como regalo de cumpleaños para Lisa. Finalmente el extraño admite su verdadera identidad (Leon Kompowski, albañil en Cleveland) y recupera su verdadera voz en aquel monólogo imponente en el que confiesa: "un día empecé a hablar así, y me di cuenta de que cuando hablaba así la gente era más feliz, así que seguí hablando así...".
Aquella siempre me pareció una gran moraleja basada en la figura de Michael Jackson. Y siempre estuve convencida de que a los guionistas les caía bien Jacko y que quisieron hacerle un homenaje pero, dados los problemas legales que suponía aludir directamente a su figura, habían inventado aquel personaje loco de Kompowski para poder dar su opinión sin ofender claramente a nadie. Esa era una verdad irrefutable que para mí estaba ahí y que nunca se me pasó por la cabeza rebatir. Como que Michael Jackson era la música y que los filetes eran la cena... Hoy, después de cinco días buscando algo que no sabía qué era, he encontrado la solución a la extraña desazón que me inundaba sin saber por qué.
Michael Jackson era, como yo, fan de Los Simpson. Aunque, claro, sus posibilidades iban mucho más allá. Especialmente entusiasta del personaje de Bart (como casi todos allá por los primeros 90) escribió parte del tema que lanzó al estrellato al pequeño pelopincho amarillo "Do the bartman", pero como podía ir más allá ... Un día Matt Groening recibió una llamada de El rey del Pop, diciendo que quería tener un personaje de la serie, pero no quería que nadie le reconociera. Quería hacerlo porque le gustaban Los Simpsons, quería mantenerlo en privado y que su nombre se escondiera bajo en seudónimo de John Jay Smith. Así que James L. Brooks, en vez de cambiar el color de su piel a amarillo esta vez, inventó el personaje de Leon Kompowski y la situación en la que se introducía en la familia. Jackson fue quien se empeñó en reproducir un mínimo detalle habitual de su vida: la recepción oficial de bienvenida (alcalde Quimby incluido) que se monta alrededor del rumor de su llegada y que se viene abajo cuando del coche, en vez de el afamado cantante, sale el rechoncho Leon. También exigió que su personaje cantase una canción junto a Bart. Pero esa canción no se había incluido en el contrato y, una vez compuesta, fue interpretada por Kipp Lennon.
La intervención de Michael Jackson en este capítulo fue la precursora de los "special starring" de Los Simpson, por los que han pasado personajes tan famosos como U2, Aerosmith, Sting o Elisabeth Taylor, y les obligó a firmar con sus verdaderos nombres (o al menos sus nombres artísticos) puesto que la intervención de John Jay Smith había traído grandes problemas legales (paradójicamente, en eso sí tenía yo razón) a Matt Groening que, excepto a Dustin Hoffman (cuya intervención es anterior), prohibió que ningún personaje famoso firmara con seudónimo sus intervenciones en Los Simpson. Según se ha hecho público, la voz verdadera (grave y ronca) que muestra Kompowski al final del capítulo fue doblada por Hank Azaria. Es decir, Michael Jackson no recuperó la voz que había sido la suya al cantar temas tan crudos como Dirty Diana, y se olvidó de "hablar así" ("así" como lo hacía él de un tiempo a aquella parte), o eso dicen... Quizá porque temía que todo el mundo en el estudio de grabación dejara de "ser feliz".
Por eso después de cinco días preguntándome por qué me planteo dudas existenciales desde que se dijo que El rey de Pop había muerto, si probablemente él esté ahora feliz de que por fin el mundo entero le haya dejado en paz, me doy cuenta de que a lo mejor inconscientemente sí era fan de Michael Jackson y por primera vez se me cae una lágrima. Porque de todas sus canciones mi favorita siempre fue: "Happy birthday, Lisa".
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