domingo, 28 de septiembre de 2008

Crónica de una noche de cine y cena

El pasado martes El aula fue invitada por parte de Warner Bros. España a un pase exclusivo para bloggers de la película El patio de mi cárcel y, aunque con dificultad para encontrar el sitio en cuestión, debemos agradecerles que nos dieran de comer de beber y de disfrutar del cine en una posición privilegiada, la de quien tiene una mini sala privada, cómoda, sin hacer colas y sin tener que aguantar a vecinos habladores o adictos al móvil. Pero supongo que la verdadera razón de la invitación y por la que estamos aquí ahora -leyendo vosotros, escribiendo yo- es hacer publicidad de la película. Y buena o mala ahí va.

Os estaréis esperando una crítica destructiva por mi desconfianza habitual hacia el cine español. Pero, como este blog es, ante todo y sobre todo, reflejo de mis contradicciones más arraigadas si me hubiera resultado una desgracia ir a ver la película directamente hubiera preferido no escribir nada (¿lo de mortadelo y filemón? eso fue una advertencia, no una crítica). Por eso me veo aquí diciendo que la película superó mis espectativas.

Me explico: antes de verla yo había leído una entrevista de El País Semanal a Verónica Echegui en el que ella afirmaba que había intentado comprender los porqués de su personaje para poder interpretarlo. Mi conclusión fue esa: que era una película de porqués. Para los que no la hayáis visto ni hayáis leído una sola sinopsis os haré un resumen: El patio de mi cárcel versa sobre la formación del grupo de teatro Yeses, formado por internas de la prisión de mujeres de Yeserías; y concretamente desarrolla la vida en ese lugar de Isa, toxicómana y madre soltera. La entrevista me hizo temer un film sensacionalita y morboso de esos que nos muestran los más bajos fondos a los que puede llegar a caer cualquiera por un traspiés y que nos explican el traspiés al detalle (la cáscara de plátano que no ve el prota, el chof que suena al pisarla, el tobillo que se tuerce, las manos a las que no les da tiempo a salir de los bolsillos...)

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¿Nada más lejos de la realidad? Me gustaría afirmar eso con convicción. Y es que El patio de mi cárcel no llega a caer en el morbo y consigue que el espectador no se sienta juez y parte, pero no se separa del todo de esa tentación por contar la vida de una presa fuera y dentro de la penitenciaría. Más allá de poner un ojo objetivo a la vida allí, flirtea con la relación de un par de protagonistas con su familia, con sus fantasmas, con sus porqués. Pero aunque parece una película coral solo flirtea con Isa y Dolores, a las demás solo las conocemos por lo que cuentan entre rejas, por lo que se cuenta de ellas... Para mí ese es el pequeño fallo del guión: se queda a medias. O todo o nada. O contamos las cosas de forma objetiva o caemos en el morbo pero con todas las consecuencias, y sabiendo qué buscamos con ello.

Por lo demás tiene un final -tranquilos que el método spoiler no es lo mío- demasiado cruel. Que junta en tres minutos todo el sentimentalismo fácil que se ahorra en el resto del metraje. Pero ¿sabéis cuando os da la sensación que algo no encaja?¿que algo no estaba ahí desde el principio? A mí me da en la nariz que ese epílogo es un pegote. Que la película acababa cinco minutos antes con una imagen deprimente pero un fundido a blanco que siempre te deja ese halo de esperanza y una media sonrisa en los labios. Este epílogo es, como el de El gabinete del doctor caligari, una moraleja puesta por un orden superior para conseguir algo del espectador, en aquel caso una buena imagen del gobierno alemán, en este: lágrimas como puños. Pero esto es una interpretación personal aunque, me encantaría que fuera verdad.

En resumen:

Lo mejor: Verónica Echegui, no sé si, como se le echa en cara, no es capaz de hacer otro papel que el de arrabalera pero ese lo hace muy bien.

Lo peor: Candela Peña. Tiene algunas interpretaciones de emoción contenida que le hacen brillar y otras en las que parece que está recitando la tabla del nueve.

De realización: unas planos-contraplanos con una angulación mínima que hacen que las actrices casi miren diréctamente al eje de cámara y que, cuanto menos, crean una tensión desconcertante.

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